top of page

Sombras de la ciudad

Explora la esencia de la vida urbana a través de una colección cautivadora de fotografías en blanco y negro. Cada imagen captura la belleza y la complejidad de la ciudad, revelando sus contrastes, texturas y emociones. Desde calles bulliciosas hasta rincones solitarios, "Sombras de la Ciudad" invita a los espectadores a sumergirse en un mundo donde la luz y la sombra cuentan historias únicas. ¡Déjate llevar por la nostalgia y la elegancia de lo monocromático!

ENSAYO

La fotografía de retrato ha sido una experiencia transformadora por la forma de entender y sentir el entorno de manera diferente, algo a lo que no estamos muy acostumbrados. No se trata únicamente de capturar una imagen cualquiera, si no que darte cuenta de que en cada foto hay un momento cargado de significados, emociones, actitudes,etc. El retrato se ha convertido en una estrategia para conectar con el entorno, para aprender a mirar y, a veces, también para aprender a ser visto, o al menos así lo estoy percibiendo yo. 

 

Desde las primeras salidas a la calle, empecé a cogerle más gusto todavía del que ya tenía a la fotografía, como me he referido antes, mirar más allá. Al principio, la idea de hacer retratos me parecía algo un poco íntimo hacia la persona a la que se lo iba a hacer: la forma de exponer sus rasgos, sus gestos, de alguna forma me parecía un desafío para que a la vez se sintiese cómoda o al menos en mi caso. Pero, al salir a fotografiar, me di cuenta de que la fotografía no solo es un medio para documentar, sino también una manera de aprender a observar cosas que antes ni siquiera le dabas importancia y a ser observado. Cada persona que se cruzaba era diferente, como que contaban algo: cada gesto, cada mirada, cada postura, transmitía algo único. No se trataba solo de “tomar fotos”, sino de construir una narrativa a través de la imagen, que cobrase sentido, de buscar detalles que antes hubieran pasado desapercibidos.

 

Lo que realmente marcó mi aprendizaje fue darme cuenta de la importancia de la actitud. En las primeras sesiones, sentía que estaba detrás de la cámara como si nada, casi como un espectador. 

Cuando alguien se presta a ser fotografiado, pienso que hay una vulnerabilidad en ello, un acto de confianza mutua para poder sentirnos cómodos y cómodas, algo que pienso que es muy importante para esto y que se nota mucho. Como persona que fotografiaba, también tuve que aprender a ofrecer esa confianza, a hacer que la otra persona se sintiera cómoda, a permitir que esa interacción se convirtiera en algo fluido y sobre todo natural. Cada fotografía se transformaba en una conversación en silencio por llamarlo de alguna manera, un espacio compartido en el que ambas partes, el fotógrafo y el modelo, se descubrían.

 

Desde el punto de vista pedagógico, este ejercicio de observar y aprender a ser observado me enseñó a reflexionar sobre mi lugar en el entorno. No se trataba solo de las personas que fotografiaba, sino también de cómo el lugar y las circunstancias influían en el retrato. Aprendí a mirar el contexto con más profundidad: ¿qué dice la luz sobre lo que estamos fotografiando? ¿Cómo la ropa, la postura o el entorno cuentan algo más allá de la imagen misma? Este enfoque me permitió entender la fotografía como una herramienta para leer el mundo de manera más matizada y concreta, como una forma de volver a ver pero de manera diferente a la que estaba acostumbrada lo que veía a través del lente, interpretando no solo lo evidente, sino también lo que quedaba detrás de la imagen.

 

Un aspecto clave que me permitió profundizar en este proceso fue cuando fuimos fotografiados nosotros mismos. Estar al otro lado de la cámara, ser los sujetos del retrato. No voy a decir que fue la primera vez que fui “capturada” porque aparte de que en algún momento siempre nos han hecho fotos, aunque no con la misma intención que esta vez, soy artista y al fin y al cabo es algo a lo que estoy sometida y me atrevería a decir que un poco más acostumbrada a esto, ya sea por sesiones de fotos, por videoclips, el hecho de que estés cantando y te graben, entrevistas…; pero aun así sigue existiendo gran parte de vulnerabilidad a la hora de ser capturado, de tener una imagen que no puedes controlar. Y, curiosamente, al observar las fotos que otros tomaron de mí, comencé a entender mejor cómo me veían los demás, por la ropa, los gestos y la postura decían más de lo que imaginaba. Fue un ejercicio de autoobservación que me permitió entender cómo nuestra apariencia puede comunicar algo mucho más profundo que las palabras.

 

A través de este proceso, aprendí que la fotografía no es un simple acto de darle a un botón y ya, sino un acto pedagógico. Nos enseña a ver con otros ojos, a escuchar con los sentidos, a conectarnos con el entorno de una manera que va más allá de lo visual. Cada retrato, ya sea tomado o recibido, nos involucra a reflexionar sobre nuestra identidad, sobre cómo nos relacionamos con los demás y cómo los otros nos perciben. En este sentido, la fotografía se convierte en una herramienta poderosa para comprender el mundo, para darle más de una vuelta a nuestras propias percepciones y para descubrir las historias que se ocultan detrás de cada persona a la que fotografías.

 

Esta experiencia me enseñó que la verdadera enseñanza no está en la imagen final, sino en el proceso que hay detrás de ella. Fotografiar, como cualquier otro acto creativo, es un ejercicio de observación, de atención plena, que nos permite explorar nuestra relación con el mundo y con los demás. Nos invita a mirar más allá de la superficie y a comprender que cada retrato es un hilo conductor entre el fotógrafo y lo que estás fotografiando, entre el observador y lo observado.

 

Al concluir este proceso, me di cuenta de que el retrato tiene una capacidad única para congelar momentos y a la vez mostrar la complejidad de una persona o una situación. La fotografía puede ser una forma de detener el tiempo, pero también una manera de revelar lo que muchas veces se pasa por alto en la vida cotidiana. Mientras observamos las fotos que tomamos y las que nos han hecho, somos capaces de ver no solo la imagen física, sino también emociones, historias invisibles que se cuentan a través de los gestos, los ojos, las expresiones. La actitud de estar presentes en el momento, de ser conscientes de lo que ocurre en cada instante, es una de las lecciones más valiosas que este ejercicio me ha vuelto a enseñar.

 

Finalmente, al mirar atrás, veo que este ejercicio fue una forma de conectar con el entorno de una manera más profunda y significativa. La calle, la gente, las situaciones cotidianas dejaron de ser solo un fondo sobre el que pasábamos desapercibidos. No solo aprendí sobre fotografía, sino sobre la importancia de la mirada atenta, de la conexión que se genera al compartir un instante, un gesto. Y, de alguna manera, eso es lo que el retrato enseña: a mirarnos y a mirar con más conciencia, a comprender que cada imagen es una historia que merece ser contada.

Series de estudio

IMG_5620.heic

Fotomontajes por opcacidad

Intervenciones fotográficas

bottom of page